Camí de Manresa

-¿qué significa esto? ¿qué quiere decir?
-¿es que no lo ves? Esto sirve para sentarse, es un banco, ¿no?
-sí…
-y, ¿aquí hay bancos?
-pues no…
-pues ya sabes

El 12 de septiembre de 2007 instalamos, Ramón Riera, Jordi Selva y yo unos bancos en la Plaza Gran. No se trataba de unos bancos convencionales, nadie había solicitado tal cosa. Más bien fue una ruptura del espacio diario, como una plaza de parking ocupada por un hueco. Un lugar vacío. Ese lugar recordaba que habitualmente ahí había un coche.

Pero también, a alguna gente de más edad, que tenía recuerdos no tan inmediatos, les recordó que antes había una barandilla en la que la gente se apoyaba, a veces también se sentaba. Que había una fuente en la plaza. Y también, por lo menos me lo recordó a mi, que esa plaza había sido un centro de comercio y un lugar de encuentro. Que muchos de los bajos de las casas que rodean la plaza fueron tiendas.

El banco también se proyecta en el futuro y por eso también se habló del futuro de la plaza, por lo menos de sus imaginaciones y sus propuestas de futuro.

En fin, el banco fue un lugar del que partir hacia un itinerario por el pueblo, dentro y fuera de él: desde la reflexión sobre los bancos y lugares de encuentro en todo el pueblo, hasta los cambios de función de los lugares, las huellas de los conflictos entre los nuevos usos y los lugares de siempre, los viejos caminos…

Estas huellas están visibles en el mapa de Calaf. En él podemos ver el tamaño de la ciudad, de las sucesivas ampliaciones, de los caminos que se usan, los que se han dejado de usar… Pero esas derivas, esas transformaciones, tienen una historia detrás que yo quería mostrar. Una derivación espacial (lo espacial nunca viene solo: también es temporal) que deja sus otros lugares en el territorio: la transformación de la economía, las diferentes formas de comunidad... capas diacrónicas y sincrónicas. Las formas de relación política que tienen que ver con el modo habitacional del núcleo antic conviven con las formas de relación que generan las viviendas unifamiliares de los noventa, con las nuevas edificaciones que se están construyendo en los huecos (que fueron campos, la economía rural de antaño) de la vieja estructura urbana. Aunque no se ha perdido eso que todos reconocemos como "política de pueblo", se desconfía de la política con mayúsculas.

Las historias que están detrás de las transformaciones territoriales son en sí mismas su razón de ser. Si las miramos desde dentro no podemos hablar de corrección. ¿es más correcto dejar la plaza como lugar de encuentro y prohibir el aparcamiento?, ¿es más correcto establecer una zona para residencia para la gente mayor para proporcionarle todos los servicios más cerca que les exija cambiar su lugar de residencia habitual? Cualquier pregunta de este estilo no tiene una respuesta rápida. No cabe hablar de corrección, de recetas. Por eso las historias son tan importantes. Porque nos mantienen cerca de las varias razones de porqué hemos llegado aquí.

El Camí Vell de Manresa (Camí Rial) y su discontinuidad “real” en los mapas actuales es uno de esos lugares con historia(s). Tiene la historia de comenzar en dos lugares diferentes, ser quizá dos caminos diferentes, pero que se juntan en un punto y que cada uno de los trazados nos habla de algo que se perdió en la forma de vida del pueblo, pero también de cosas nuevas que han venido. Es un lugar importante porque nos habla de esa memoria del pueblo, quizá de un tipo de economía, o simplemente ha sido un resto de las sucesivas transformaciones de los modos habitacionales. Es interesante además porque es un eje que atraviesa el pueblo desde la la propia plaza Gran hasta el barrio de la Pineda.

Auxiliados con un mapa de Calaf, un mapa sin nombres, sin calles, sin plazas, donde el espacio común está definido solamente por el hueco que dejan las edificaciones propuse a los vecinos un itinerario urbano. Un itinerario que tenía un solo punto de partida: el banco y un punto final: el único sitio donde había visto una placa con el nombre del camino: el barrio de la Pineda. El trayecto esperaba ir dibujándolo con el caminar. Y completar ese mapa vacío.

Vacío de nombres, pero no de usos. Con él quería hablar de cómo se genera el espacio público: esto es: el lugar, el espacio, que se deja “entre la gente”, entre lo privado o semiprivado (casas, muros) y lo común (plazas).

Así podemos ver, como también sentimos en el recorrido, cómo la cercanía entre las casas del núcleo antiguo han permitido conservar el camino, casi con la misma función que antaño. Pero vemos también como ese trazado se ha ido desdibujando cuando las necesidades de las formas de ocupar el espacio, las casas que no crecen con el camino, tienen otra lógica, otras necesidades. Esta(s) divergencia(s) son, en verdad, el camino. No es uno, son “otros caminos” que también están ahí. Las historias oídas nos hablan de esto.

Para construir el futuro, tenemos que comprender el pasado, poder mirarlo a través de todas las historias. Poder seguir más de un camino, porque a pesar de la maleza, de los otros usos, de los otros crecimientos hay caminos que siguen ahí.